Jesús es el Hijo de Dios
Nuestro Padre Celestial mandó a Su Hijo, Jesucristo, para que tomara sobre sí los pecados de todos los que han vivido sobre la tierra y de esta manera, ellos pudieran recibir perdón. Este sacrificio que se hizo por nosotros fue posible gracias a la divinidad de Jesús y a Su vida perfecta.
Jesús fue un maestro perfecto y un siervo para todos. Sin embargo, fue infinitamente más que eso. Cuando le preguntó al Apóstol Pedro, “¿Quién decís que soy yo?”. Pedro contestó, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16: 15-16).
Jesucristo es el Ser más grandioso que jamás ha nacido sobre esta tierra – nuestro ejemplo perfecto. Él es el Señor de señores, el Creador, nuestro Salvador y vino a la tierra para que pudiéramos vivir con Dios otra vez.
Las circunstancias humildes de su nacimiento
Jesús nació de la virgen María en un pequeño pueblo de un rincón remoto del mundo. Ese nacimiento humilde cumplió las esperanzas y sueños de todos nosotros. Él era el Hijo de Dios, con conocimiento y poder infinitos, y sin embargo también era mortal y susceptible al hambre y al dolor. Jesucristo experimentó totalmente los desafíos y las penas de esta vida. Él nos conoce a cada uno de nosotros y nos entiende perfectamente.
Jesús sufrió y murió por nuestros pecados
La misión de Jesús al venir a la tierra fue salvarnos de nuestros pecados. Él estuvo dispuesto a sufrir y a sacrificarse para pagar el precio de nuestros errores, de esa manera podríamos arrepentirnos y ser perdonados.
En el Jardín de Getsemaní, Jesús sintió el peso de cada pecado y dolor conocidos por la humanidad. Él sufrió por cada persona que jamás haya vivido, sangrando por cada poro de Su cuerpo (ver Lucas 22:44). Le arrestaron, escupieron sobre Él, le azotaron y le crucificaron en la cruz. Aun cuando Su propio pueblo le estaba matando, Él suplicó que Dios tuviera misericordia de ellos (ver Lucas 23:34).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él crea no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Jesús fue resucitado para que podamos vivir otra vez
Tres días después de Su muerte, Jesús se levantó de la tumba y apareció a muchos de Sus amigos y seguidores. Él fue el primero que resucitó, lo cual significó que Su Espíritu fue reunido con Su cuerpo físico perfeccionado después de la muerte. Gracias a que Jesús conquistó la muerte, todos seremos resucitados algún día.
Jesús nos invita a seguir su ejemplo y llegar a ser como Él. Aprende de Él y esfuérzate por incorporar sus atributos en tu vida. A través del poder de su gracia, puedes llegar a ser una mejor persona y más como Cristo.