Durante una conferencia sobre el perdón celebrada en la Universidad de Harvard (en inglés) en abril, un equipo internacional de investigación compartió los resultados preliminares de un estudio (en inglés) en el cual participaron 4.598 personas provenientes de cinco países con antecedentes de conflictos —Colombia, Hong Kong, Indonesia, Sudáfrica y Ucrania.
La fundación Templeton World Charity Foundation que financió el estudio, dijo que este representa “la investigación más extensa (en inglés) sobre la ciencia del perdón hasta la fecha”.
En el ensayo controlado y aleatorio, las personas que completaron un cuaderno de trabajo de intervención autodirigida sobre el perdón (en inglés) notaron un aumento de su habilidad y disposición para perdonar; una disminución de los síntomas de depresión y ansiedad; y un mayor crecimiento. Entre los distintos aspectos del crecimiento encontramos, la felicidad y la satisfacción con la vida; la salud mental y física; el significado y el propósito; y las relaciones sociales.
Este estudio es parte de un creciente número de investigaciones que muestran cómo el perdón está relacionado con la salud mental y el bienestar físico —un tema de investigación (en inglés) que ha experimentado un crecimiento explosivo en las últimas décadas.
Cómo se define el perdón
Worthington explicó por qué los resultados de este estudio son importantes: “En conjunto y en los seis diferentes lugares (de los cinco países) el número total de participantes que completaron los cuadernos de trabajo fue mayor que en todos los estudios de intervención para promover el perdón realizados hasta ahora. Creemos que este estudio indica que las personas de todo el mundo pueden utilizar un método para perdonar, gratuito y científicamente comprobado, y experimentar el perdón, la libertad y la salud”.
Worthington —un líder reconocido en el campo de la investigación del perdón— piensa que hay cuatro tipos de perdón: el perdón divino, el autoperdón, el perdón de una persona a otra, y el perdón social (esta serie de artículos de Church News examina el perdón de una persona a otra).
Aunque los investigadores han definido al perdón de distintas maneras, una definición ampliamente aceptada es que se trata de la sustitución de la mala disposición hacia el ofensor por la buena voluntad. Perdonar no implica olvidar, aceptar, disculpar o negar los comportamientos hirientes.
Según Worthington, el perdón de una persona a otra puede ser de dos tipos: el perdón por elección y el perdón emocional.
El perdón por elección requiere tomar la decisión de perdonar una ofensa personal, abandonar los resentimientos y la ira, y tratar al ofensor con dignidad. Esto es lo que los psicólogos llaman una declaración de conducta intencional, no es necesariamente un comportamiento, dijo Worthington. “El hecho es, que puedo tomar la decisión sincera de perdonar a alguien y continuar sintiendo que no he perdonado y [tener] emociones tales como resentimiento, amargura, hostilidad, odio, ira, miedo”.
El perdón emocional requiere sustituir esas emociones negativas por sentimientos positivos como la compasión, la solidaridad y la comprensión. La investigación muestra que los mayores beneficios para la salud se encuentran en este tipo de perdón. “El perdón emocional influye directamente nuestra salud mental y física”, dijo.
Worthington también señaló que el perdón y la reconciliación no son la misma cosa. El perdón genera cierta motivación para reconciliarse, pero no todo el mundo puede lograrlo.
“Si alguien me acosa y me golpea, y va a continuar haciéndolo mañana, puedo perdonarle porque eso ocurre dentro de mí. Es una decisión; es un cambio emocional. Sin embargo, quizás no quiera proseguir con el deseo de reconciliarme porque no es seguro, prudente o posible. Para reconciliarse hacen falta dos personas”, explicó.
Cómo afecta la ira al cuerpo
La ira es un sentimiento relacionado con la ausencia de perdón. Worthington indicó algunos de los peligros de la ira crónica en el cuerpo humano:
“La ira trae consigo muchos efectos de índole psicológico como la presión arterial elevada, un aumento del ritmo cardíaco y la disminución de su variabilidad. …Otra de las consecuencias de la ira es la intervención de las hormonas; la adrenalina y el cortisol [se liberan y] entran a nuestro torrente sanguíneo.
“La adrenalina y el cortisol no son algo malo —ya que nos impulsan, nos preparan para lidiar con el estrés— pero si esos niveles están crónicamente elevados, sobre todo el cortisol, es muy perjudicial para nuestros sistemas corporales”.
Entre estos sistemas se encuentran el nervioso simpático y parasimpático, el inmunitario, el cardiovascular, el gastrointestinal y el reproductor, dijo.
“Básicamente, todos los sistemas del cuerpo se ven afectados negativamente cuando el nivel de cortisol se encuentra elevado de forma crónica”, continuó Worthington. “De modo que, si la ira no se controla, puede terminar afectando, prácticamente, a todo el cuerpo. Y ni siquiera estamos hablando de la salud mental, nuestras relaciones o nuestra vida espiritual. Eso es solamente la parte física”.
El perdón y el bienestar físico
Charlotte Witvliet (en inglés) es profesora de psicología en el Hope College —una universidad privada cristiana de artes liberales en Holland, Michigan— que ha estudiado los efectos secundarios emocionales y fisiológicos del perdón por 25 años.
Witvliet señaló que las respuestas al perdón que ha estudiado en su laboratorio han sido elaboradas con el objetivo de guiar a las personas a través de las opciones que son compatibles con asumir la responsabilidad por sus acciones.
“Se trata de respuestas que una persona puede dar cuando está en una posición segura, y ninguna de estas minimiza, de ningún modo, el mal que se haya cometido. … Necesitamos cerciorarnos de que las personas que han soportado el peso de una injusticia puedan vivir libres de amenazas o daños continuos”, dijo ella.
Uno de los primeros estudios de Witvliet analizó qué sucedía cuando las personas guardaban rencor (en inglés) y revivían los recuerdos dolorosos; entonces lo comparó con lo que sucedía cuando cultivaban la empatía e imaginaban que perdonaban a los ofensores en la vida real. Cuando activaban los pensamientos de perdón, “el nivel de sudor que generaba la respuesta fue mucho más bajo”, dijo. “La frecuencia cardíaca y la presión arterial eran más bajas. Tenían menos tensión en el entrecejo y debajo de los ojos”. Después de ese estudio, simplemente continuamos”.
Witvliet y otros investigadores desarrollaron un “enfoque de reevaluación compasiva”, el cual en sus palabras, consiste en “centrarse en la humanidad del ofensor y ver su error como una evidencia de que necesita un cambio positivo y entonces, desear que ese cambio positivo le suceda”.
“Es algo muy centrado en el ‘otro’”, explicó.
En contraste con la rumia —es decir, revivir una y otra vez el daño y su impacto— quienes participaron en la reevaluación compasiva experimentaron una reducción de los indicadores de estrés, incluso una disminución de la frecuencia cardíaca, dijo ella. Otro efecto secundario de la reevaluación compasiva y que generó una mayor empatía y perdón, fueron el aumento de otras emociones positivas y la correspondiente disminución de las emociones intensas y negativas.
“Tenemos pruebas de que los indicadores cardíacos de lo que se denomina el sistema nervioso simpático —esto es, la reacción de supervivencia de defensa o fuga— se calman ante circunstancias que generan respuestas más tolerantes”, dijo Witvliet.
También se ha demostrado que la rumia perjudica un indicador cardíaco de la respuesta tranquilizadora del sistema parasimpático, mientras que la reevaluación compasiva provoca una reacción similar a los niveles normales de relajación, dijo. En otras palabras, el perdón a través de la reevaluación compasiva podría ser tan calmante como los ejercicios de relajación.
Las personas que perdonan más, también pueden dormir mejor. En un estudio publicado en “Frontiers in Psychology” (en inglés) el año pasado, “descubrimos que, cuando las personas realizaban una reevaluación compasiva antes de acostarse —en lugar de rumiar [los acontecimientos]— tardaban menos en quedarse dormidas, dormían más y tenían menos alteraciones del sueño debido a pensamientos intrusivos sobre la ofensa”, dijo Witvliet.
El perdón y la salud mental
Worthington llama a la rumia “la villana universal de la salud mental” porque “está relacionada con la depresión, la ansiedad, con los trastornos obsesivos compulsivos, algunas alteraciones de la personalidad, la falta de control de la ira y el trastorno por estrés postraumático”.
“No es bueno para nosotros; no lo hagan”, dijo refiriéndose a la rumia. “Pero esto es fácil de decir, y difícil de hacer. Por eso, creo que el perdón puede ayudar, porque elimina mucha de esa presión que nos impulsa a rumiar”.
Loren Toussaint (en inglés) es un profesor de psicología en el Luther College, una universidad privada de artes liberales en Decorah, Iowa. La mayor parte de su investigación se ha centrado en documentar los beneficios del perdón.
“Sin duda, muestran una mejor salud mental”, dijo Toussaint. “Los niveles de depresión y ansiedad bajan, al igual que los síntomas de trauma.
“No digo que el trauma desaparezca por medio del perdón, sino que los síntomas de este —como esa especie de hipersensibilidad, la hiperactividad de muchos de esos pensamientos, e imágenes recurrentes— empiezan a disminuir. Incluso los síntomas de tipo fóbico, o el miedo, se reducen.
Según Toussaint, aunque las personas que perdonan más parecen tener una disminución de los factores que influyen negativamente la salud mental, también parecen tener un aumento de los factores que la afectan de manera positiva, dijo Toussaint.
Los aspectos tales como las medidas generales para ser feliz y crecer, y el estado de ánimo positivo, (que por lo general combinan factores como la salud mental y física), todo esto, junto con otras medidas relacionadas con la felicidad y el bienestar — si analizamos este tipo de medidas globales y conjuntas de bienestar y calidad de vida, [veremos que] todas esas cosas parecen mejorar con el perdón”, dijo.
Añadió que la investigación se extiende más allá de los Estados Unidos. “Cada vez hay más pruebas de que esto es verdad en las culturas caribeña, africana y asiática. En todo el mundo, parece haber una conexión muy sólida entre el perdón, una mayor felicidad y mejor calidad de vida”.
“Descubrimos que las personas que dijeron tener un nivel muy bajo de perdón demostraron la clásica conexión entre el estrés y la depresión… [mientras que] quienes tenían el nivel más alto de perdón no mostraron ninguna correlación entre el estrés y la depresión”, dijo Toussaint. “Hemos hecho un seguimiento de [estos hallazgos] aplicando diferentes métodos en algunos estudios, y continuamos encontrando estos resultados”.
Al igual que el apoyo social puede protegernos o aislarnos de los estragos que causa el estrés del día a día, la investigación ha encontrado que el perdón puede hacer eso también, dijo Toussaint.
“Perdonar es bueno para la salud, sí. Pero también ayuda a protegerse de aquellas acosas que no son buenas para la salud y que probablemente no se pueden evitar. Así que tiene una doble función. Es un mecanismo de protección y de afrontamiento”.
Por ejemplo, quienes perdonan pueden tener una mejor memoria. “A medida que envejecemos, nuestra memoria comienza a fallar un poco. Sin embargo, descubrimos que en el caso de las personas que perdonan más ese deterioro debido a la edad es mucho menor que en aquellos que no perdonan”, dijo Toussaint.
Y los que más perdonan pueden vivir más tiempo. Un estudio realizado en adultos mayores de 66 años en los Estados Unidos, reveló que el perdón agrega un beneficio positivo a nuestra longevidad (en inglés) — después de considerar las variables religiosas, sociodemográficas y de conducta. “Descubrimos que las personas tienen entre un 25 y un 50% más de probabilidades de seguir viviendo tres años después si son más tolerantes que si no lo son”, dijo Toussaint.