
El élder Paul H. Jean Baptiste se describe como alguien confiado que siempre ha recibido respuestas a sus preguntas. Sin embargo, haber sido llamado como setenta de área, lo hizo sentir incapaz, quedando sin respuestas por primera vez en su vida.
“Para mí, es una oportunidad de ayudar a bendecir la vida de muchos de los hijos de Dios, pero también es muestra de que mis limitaciones pueden convertir en fortalezas, si me apoyo en el Señor, sin interferir en la forma en que Él desea actuar”, enfatiza el nuevo setenta.
Ante esta designación, asegura que el “buscar respuesta en los libros, en mi mente o en Google para saber qué piensa el resto del mundo, como siempre hago, no funcionará esta vez.
El élder Jean Baptiste, quien es oriundo de Haití y se unió a la Iglesia hace treinta y un años, asegura que en vez de pensar en qué significa este llamamiento y cuáles son sus retos o desafíos, desea ser un instrumento en las manos del Señor para ayudar a avanzar Su obra.
“No me pregunté ‘por qué a mí’, sino que he procurado saber qué voy a hacer para llegar a ser un buen siervo”, expresó el élder, quien al momento de recibir esta responsabilidad, dice que pasó casi toda la noche orando, “pidiendo al Padre Celestial que convirtiera en fortalezas” sus debilidades.
Recomienda a los santos de los últimos días no olvidar que el amor que Dios siente por ellos no tiene límites, que Él puede hacer que las piedras hablen para alcanzar a un hijo que Él quiere salvar, como se menciona en las Escrituras (Lucas 19:39-40).

Testimonio
“Nunca olvido el efecto que El Libro de Mormón tuvo en mí cuando era más joven. Tuve la impresión de que había descubierto un secreto. Recuerdo el ánimo que tenía de compartirlo con los demás aun antes de mi bautismo. No había duda en mi mente de que lo que los misioneros me habían enseñado era verdadero. Fue como si me estuvieran recordando algo que ya sabía”, expresó el élder Jean Baptiste refiriéndose a su niñez cuando entró en contacto con los misioneros y se preparaba para el bautismo.
Recuerda que su hermano mayor se bautizó antes que él porque su madre no le había dado permiso para bautizarse, pero al cumplir los trece años su madre le dijo que sí, cosa que fue como una liberación para él.
El élder Jean Baptiste también ha pasado por tribulaciones. Recuerda, aquel momento que califica como “el más oscuro de su vida”, cuando ambos padres perdieron sus empleos, pero también recuerda cómo los Hombres Jóvenes del cuórum de diáconos y los maestros no le dieron tiempo para pensar en las dificultades, sino que le ayudaron a entender que aquello era un paso necesario en su vida. “Reuníamos dinero y así comprábamos huevos, pan y naranja para hacer jugo y así no pasar hambre”, agrega.
Asegura que “debemos confiar en Dios porque Él nunca nos abandona. No debemos dejar que las circunstancias definan el tipo de relación que tendremos con Dios, porque Jesucristo murió sin hacer preguntas sobre el tipo de personas por las que Él debía padecer la muerte. Lo hizo por todos, sin juzgar a nadie, así que no debemos juzgarnos a nosotros mismos, sino solo venir a Él y seguirlo”.