Ministrar al Predicar el Evangelio

Cándido Fortuna

 

“Y saldréis por el poder de mi Espíritu, de dos en dos, predicando mi evangelio.” (D Y C 42:6).  Desde la antigüedad es un mandamiento del Señor el ir y predicar el evangelio a Sus hijos. Independientemente de si tenemos una placa de misionero de tiempo completo o sólo somos un miembro recién bautizado, en el momento que nos bautizamos en la Iglesia, hicimos el convenio de ser testigo de Dios en todo tiempo, en todas las cosas y en todo lugar en que estuviésemos. (Mosiah 18:9).

Dios pondrá a personas preparadas en el camino a las cuales podrán compartir el Evangelio. La frecuencia con que estas oportunidades se presenten dependerá de la preparación de su mente y de su corazón. “El Señor ha dicho que El revelará la verdad a la mente y al corazón por medio del Espíritu Santo.” (D y C 8:2).

Nada sucede en la obra misional hasta que encontremos a alguien para que los misioneros le enseñen. ¡Podemos hacer esto! ¡Tenemos que hacer esto!” (Dallin H. Oaks, “Mensaje de introducción” (discurso impartido en el Seminario para nuevos presidentes de misión), 25 de junio de 2017, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City).

Las personas que conozcamos sentirán el amor que brota de nuestra larga práctica de guardar el convenio de los que “lloran con los que lloran; si, y consuelan a los que necesitan de consuelo” (Mosiah 18:9)… quizás no suceda en horas o días como en el caso del rey Lamoni, pero sentirán nuestro amor luego de poner a prueba nuestro corazón, y cuando se den cuenta de la sinceridad de nuestros sentimientos , el Espíritu Santo podrá tocar su corazón más fácilmente y permitirá que les enseñemos y les testifiquemos.

Me gustaría contar la historia de un hombre joven llamado Ricardo y su amigo al que llamaré Juan “conocí a Juan en mi primer año escolar en una nueva escuela, durante el transcurso del año escolar observé que era un joven muy especial, así que lo invite a una mutual, acepto la invitación y fuimos a la mutual, después del mensaje espiritual, jugamos baloncesto, al terminar de jugar le pregunté que le había parecido todo y me comentó que le gustaría continuar asistiendo, mi hermano y yo fuimos con el a dos mutuales más y después pensamos que podíamos invitarlo a la Iglesia, al principio cuando las misioneras empezaron a enseñarle fue un poco difícil entender el evangelio por su cultura, sus padres no creen en Dios y nunca le hablaron de tener fe en Dios o Jesucristo, porque tampoco son cristianos, así que durante el tiempo libre del colegio me preguntaba y le respondía,  pasábamos tiempo hablando de Dios, en el transcurso del tiempo pude saber que Dios si tiene un plan para El y su familia, Él pudo sentir que este era el evangelio de Jesucristo. Entonces junto con las hermana misioneras fuimos a visitar a sus padres para decirles que el había tomado la decisión de bautizarse en la Iglesia, sabíamos que iba a ser difícil para el decírselo a sus padres solo, así que lo acompañamos para explicarle a sus padres en que consiste La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Hablamos con sus padres y sentimos mucho el Espíritu Santo respondiendo a sus dudas y hablando sobre el evangelio restaurado. Pasaron algunos días y su bautismo estaba planeado para el sábado de esa semana. El mismo martes después de la mutual al llegar a su casa tuvo una plática con su padre, su papa le preguntaba cosas de la Iglesia, preguntas que él me dijo que tenían la intensión de hacerlo cambiar de opinión sobre su bautismo, así que sus padres le prohibieron bautizarse y volver a visitar la Iglesia, esa noche el me expreso su sentimiento de la Iglesia y estaba oyendo lo derribado que se sentía, pero eso no hizo que yo dejara de apoyarlo. Le conté a las hermanas y lloraron de tristeza en la puerta de mi casa, así que las misioneras y yo comenzamos un ayuno por esa situación. Pasaron tres semanas y me llegó un mensaje de Juan diciéndome que lo habían dejado asistir a la Iglesia y a sus actividades de nuevo, pero no podía bautizarse aún, con mucha oración y un firme testimonio de que un día pasará, estamos esperando una fecha para su bautismo.”

Muchas personas están esperando que nosotros los miembros de la Iglesia abramos nuestra boca para compartir lo que es mas importante en nuestra vida, lo que has cambiado nuestra naturaleza para ser más como Dios.

Si no podemos sentir y demostrar interés sincero por la gente a la que nos acercamos con el Evangelio, tendrán razón para desconfiar de nuestro mensaje, pero si por temor de que se nos rechace no les decimos lo que el Evangelio ha significado en nuestras vidas y lo que podría significar en la vida de ellos, algún día compartiremos su dolor.   Ya sea en esta vida o en la venidera, sabrán que nos les dimos a conocer el precioso don del Evangelio.  Sabrán que aceptar el Evangelio era la única forma de heredar la vida eterna y sabrán que nosotros recibimos el Evangelio con la promesa de que lo daríamos a conocer.

Encontrar a aquellos que escucharán el mensaje del Evangelio restaurado es una clase diaria en el ejercicio de la fe. El apóstol Pablo dijo: “Es… la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebrero 11:1)

Doy mi testimonio de lo bendecidos que somos al compartir el evangelio de corazón a corazón y la bendición de ver el cambio en la vida de aquellos con quienes compartimos nuestro testimonio, el evangelio es verdadero y es la perla preciosa que todos deben desear tener en su vida, para experimentar el cambio interior y hacer de Jesucristo su guía y luz y el trayecto de regreso al Padre Celestial.

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Debemos mostrarles el camino y caminar con ellos.