
El legado más grande de servicio nos lo dejó el Salvador Jesucristo, Él es nuestro ejemplo. Él dio la vista al ciego, salud al enfermo, palabras de aliento al alma atormentada y desconsolada. Durante Su vida aquí en la tierra Jesucristo se dedicó a servir al prójimo, aunque a veces eso significaba dejar de comer o dormir (1).
Las mejores experiencias que he tenido en mi vida, han ocurrido a través del servicio al prójimo. Conocí la Iglesia en el año 1989 y una de las cosas que más me impresionó y ayudó en mi conversión, fue ver que los hermanos siempre tenían el interés y la disposición de ayudarse mutuamente. La capacidad de servicio y el interés en el bienestar común, que vi desde mis primeros años, fortalecieron mi testimonio y despertó en mí el deseo de querer involucrarme más en la obra del Salvador.
Cada día se presentan múltiples maneras de servir. Si estamos atentos, seremos las manos de Cristo para bendecir la vida de otros. En este tiempo de múltiples ocupaciones, cuando pensamos que “el tiempo” no nos alcanza para cumplir con todas nuestras responsabilidades, es conveniente hacer una pausa y mirar a nuestro alrededor, empezando en nuestro propio hogar, con nuestra familia, nuestros vecinos, etc.
Siempre hay algo que podemos hacer, muchas veces a través de actos sencillos. Mantener una actitud dispuesta, afable, cortés y tratar a las personas con amabilidad, puede ser de gran ayuda para alguien que esté pasando por un momento de dificultad. Los buenos sentimientos se transmiten y ayudan a que podamos mantener el Espíritu Santo con nosotros y las personas con las que interactuamos pueden sentirlo.
El Salvador dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (2).
“Solo cuando amemos a Dios y a Cristo con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente, seremos capaces de compartir ese amor con nuestro prójimo mediante actos de bondad y de servicio, de la manera en que el Salvador nos amaría y serviría a todos si estuviera hoy entre nosotros” (3).
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Es vital que nos prestemos servicio unos a otros en el reino… Son muchas las veces en que nuestros actos de servicio consisten simplemente en palabras de aliento, en… ayuda en tareas cotidianas, ¡pero qué consecuencias gloriosas pueden tener… las acciones sencillas pero deliberadas!”(4).
El servicio misional, es una muestra del servicio a la manera del Señor, con infinitas oportunidades para ayudar a los demás, no solo predicando con palabras, sino con hechos, que reflejan nuestro amor por nuestros hermanos y por el Salvador.

“Mi hermana mayor se burla de ellos porque son feos, están destruidos, los tuve por 21 meses en la misión, pero son muy importantes en mi vida, representan el trabajo arduo y constante, también representan dolor y sacrificio. Sin embargo y lo más importante, representan los mejores recuerdos que tengo, al servir como misionero de tiempo completo. Al observarlos, vienen a mi mente recuerdos de mi penúltima área, La Esperanza, una hermosa ciudad, ubicada entre las montañas del departamento Intibucá, conocida por su clima frío y su densa neblina de invierno. Recuerdo caminar por sus calles, con mis viejos zapatos, que, debido al uso, a las constantes lluvias y al barro, ya tenían hoyos en las suelas, uno de ellos estaba abierto por los lados.

Después de esto, me quedé sin mis zapatos nuevos por un tiempo, pero quedé con una familia feliz de haber entrado a las aguas del bautismo y haber hecho convenios con el Señor. Ahora, en mi casa, después de terminar la misión, aún, conservo mis viejos zapatos, cuando los veo, viene a mi mente el recuerdo de esta familia y pienso que esta experiencia fue una oportunidad de entender, aunque sea un poco, la expiación de mi Salvador Jesucristo, pienso en lo que sintió quien dio más que sus pies, para bendecir a todo el género humano”.
Al servir con amor sincero y de manera desinteresada, nosotros mismos y aún nuestra familia somos los más bendecidos. Debemos servir sin importar la situación o condición de las personas, solo saber y recordar que son hijos e hijas de Dios.
Cuando la caridad, el amor puro de Cristo, nos envuelve, nos parecemos más a Él, pensamos, sentimos y actuamos más como nuestro Padre Celestial y Jesucristo piensan, sienten y actúan. Entonces, nuestra motivación y deseo sincero son semejantes a los del Salvador. Él compartió ese deseo con Sus apóstoles en la víspera de Su crucifixión, cuando dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado… En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (5).
- Juan 4:31-32
- Juan 13:35/Mateo 25:35-45
- “Encontrar gozo al servir con amor”. Élder M. Russell Ballard, Liahona mayo 2011.
- “Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia”. Spencer W. Kimball, 2006, pág. 92.
- Juan 13:34-35