Durante la última semana de Su vida, nuestro Salvador Jesucristo llevó a cabo la Expiación, que comprendía Su sufrimiento en Getsemaní, Su crucifixión en el Gólgota y Su resurrección de la tumba.
Nacido de María en Belén, Jesús vivió una vida sin pecado y, gracias a Su expiación, podemos volver a vivir con nuestro Padre Celestial y recibir la vida eterna. Jesucristo regresará otra vez con poder y gloria para morar en la tierra durante el Milenio y será el Juez de todos los hombres en el último día.
El Área Caribe se une a esta celebración con una campaña titulada “Cuando lo recordamos juntos, la semana es más santa”, El llamado de esta campaña invita al mundo cristiano a que podamos recordar y reflexionar sobre la última semana de la vida del Salvador que cambió el mundo para siempre. La campaña iniciará el lunes 8 de abril hasta el domingo 21 de abril de 2019, la cual contará con piezas audiovisuales y gráficas que serán compartidas vía los medios masivos y las redes sociales de la Iglesia en el área.
Adicional, se han seleccionado 8 videos que muestran la última semana del Salvador. Invitamos a todos a mirar este contenido y reflexionar sobre la vida de Jesús y lo que significa para toda la humanidad Su sacrificio.
Animamos a los todos los miembros del Área Caribe a invitar amigos y familiares a participar de los servicios religiosos de la Iglesia que se llevaran a cabo el domingo de resurrección el 21 de abril en los edificios de la Iglesia.
Invitamos a que compartan con amigos y familiares todo el contenido de la campaña que estará siendo publicado en la página de Facebook del área mormon.caribe.
Sabemos que esta fecha representa para muchos un tiempo de descanso, esparcimiento y una oportunidad para visitar amigos y familiares, es por esto por lo que recordamos que donde quiera que nos encontremos podemos hacer tiempo para recordarle a Él y hacer de esta semana una semana más santa.
Reseñas de los videos de la última semana de Jesús:
Domingo
Jesucristo hizo Su entrada triunfal en Jerusalén, y Sus seguidores con reverencia tendieron mantos y ramas de palma en Su camino. No era la primera vez que entraba en la ciudad. Su ministerio de tres años lo llevó por toda la Tierra Santa, donde enseñó, efectuó milagros y difundió la luz de Su evangelio. Sin embargo, en esa ocasión Jesucristo se preparaba para realizar el más importante de Sus milagros.
Al igual que todo lo que hizo, la entrada de Jesucristo cumplió una profecía. Su llegada a Jerusalén es una prueba contundente de que Dios cumple las promesas que hace a sus hijos. Nuestro Padre Celestial nos proporcionó la manera de vencer el pecado y la muerte: por medio de Su Hijo, Jesucristo. (Véase Mateo 21:1–11; Marcos 11:1–11; Zacarías 9:9.)
Lunes
Después de entrar en Jerusalén, una de las primeras cosas que Jesucristo hizo es ir al templo. Allí, en el interior de la casa de Su padre, Jesús vio a varios comerciantes que compraban y vendían artículos a los que pasaban por el camino. Les habló con autoridad y les mandó que se marchasen.
La purificación del templo en Jerusalén fue un acto de valentía. Podemos llenarnos de valor al saber que Jesucristo hizo lo que sabía que era lo correcto, ya sea que el acto fuese bien visto o no. Siempre que le seguimos, recibimos la fuerza para hacer lo correcto. (Véase Mateo 21:13; Mateo 21:12–17; Marcos 11:15–19.).
Martes
La presencia del Señor en Jerusalén no pasó desapercibida por las autoridades. Lo vieron como una amenaza y procuraron desacreditarlo. En el monte del templo, cuestionaron a Jesús con la expectativa de encontrar algo para usarlo en contra de Él. Sin embargo, las respuestas inspiradas del Señor no revelaron ningún delito y sus enemigos solo se desacreditaron a sí mismos.
A pesar de la increíble oposición, la obra de Jesús siguió su marcha. Gracias al gran amor que Él nos tiene, no tenemos que afrontar solos los obstáculos de la vida. Si buscamos Su ayuda, podemos vencer incluso las dificultades más grandes.
Miércoles
Los acontecimientos del miércoles se desconocen. En vez de enfocarnos en el paradero de Jesús, podemos concentrarnos en lo que enseñó durante Su ministerio. Jesucristo fue el maestro de maestros. Si le abrimos el corazón, podemos encontrar respuestas a las preguntas más importantes de la vida. Para ello, debemos ser como eran Sus discípulos: humildes y sinceros.
Jueves
En Su última cena, Jesús prometió a Sus apóstoles que cuando Él ya no estuviera recibirían el Consolador o Espíritu Santo. Les enseñó que lo recordaran al participar de la Santa Cena. Al final de la noche, Jesús ofreció la oración intercesora, en la que pidió que los discípulos llegaran a ser uno.
En el Jardín de Getsemaní, el Salvador se arrodilló y oró, y Su agonía por los pecados del mundo hizo que “temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu”. Poco después, Judas Iscariote y una multitud de hombres armados aprehendieron a Jesús, y todos los discípulos abandonaron al Señor y huyeron. (Véase Mateo 26:36–56; Marcos 14:32–50; Lucas 22:39–53; Mateo 26:36–56; Marcos 14:32–50; Lucas 22:39–53.)
Viernes
Después de un juicio ilegal y de una flagelación cruel, Jesucristo permitió que lo crucificaran, llevando a término el “gran y postrer sacrificio” que hizo posible la salvación para todos los hijos de Dios. Antes del anochecer, los seguidores de Jesús tomaron Su cuerpo de la cruz, lo envolvieron en lienzos y especias, y lo pusieron en un sepulcro. (Véase Mateo 27; Lucas 23; Marcos 15; Juan 19.)
Sábado
La noche anterior, el cuerpo de Jesucristo había sido colocado en la tumba. En las escrituras no se dice mucho de lo que ocurrió el día después de Su crucifixión.
Probablemente, ése fue un día de profunda reflexión para Sus seguidores y los familiares de ellos. De igual forma, tú y tu familia pueden tomarse un tiempo para pensar verdaderamente en lo que Jesucristo experimentó y por qué estuvo dispuesto a hacerlo.
Domingo
Al amanecer del domingo, María Magdalena y otras mujeres fieles llegaron al sepulcro para ungir una vez más el cuerpo de Jesús; encontraron que se había removido la piedra del sepulcro y a dos ángeles que declararon buenas nuevas: “No está aquí, porque ha resucitado” (Mateo 28:6). El Salvador resucitado venció la muerte física e hizo posible que cada uno de nosotros viva de nuevo: “Porque, así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). (Véase Mateo 28; Marcos 16; Lucas 24; Juan 20.)