Cómo edificar la fe en nuestro Señor Jesucristo

Elder Zivic

En el libro de Malaquías[1] el Señor nos dice: “Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.

Muchos lo han hecho y han recibido bendiciones maravillosas, otros han puesto su confianza en el “brazo de la carne” y han fracasado.

En el libro de Éter[2] Moroni nos enseña: “…Quisiera mostrar al mundo que la fe es las cosas que se esperan y no se ven; por tanto, no contendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestra fe”.

En el libro de Moisés[3] aprendemos de Adán un concepto muy importante: “Y después de muchos días, un ángel del Señor se apareció a Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó”.

Todas estas escrituras ponen bien en claro que primero debemos cumplir y luego vendrán las bendiciones. La palabra clave es “fe”, especialmente la fe en nuestro Señor Jesucristo.

Dijo el presidente Spencer W. Kimball en su libro “La fe precede al milagro”: “No podemos pretender tener la siega antes de la cosecha, la recompensa antes del servicio, el milagro antes de la fe”.

Quisiera citar otras escrituras maravillosas que explican en forma acabada la importancia de la fe.

Nuevamente cito a Moroni, quien en el libro de Éter[4] dijo lo siguiente: “Porque si no hay fe entre los hijos de los hombres, Dios no puede hacer ningún milagro entre ellos; por tanto, no se mostró sino hasta después de su fe. Y en ningún tiempo persona alguna ha obrado milagros sino hasta después de su fe; por tanto, primero creyeron en el Hijo de Dios”.

En una revelación recibida por el profeta José Smith aprendemos que “…la fe no viene por las señales, mas las señales siguen a los que creen”[5].

Tenemos ejemplos especiales en las escrituras de hombres de Dios, que ejercieron la fe de una manera incondicional y como consecuencia recibieron bendiciones magníficas (Véase Génesis 22: 1-18 y 1 Nefi 3:7)

Por la fe se producen los milagros. La misma es esencial para la vida diaria. Para enfrentar todos los desafíos normales de esta vida.

Dijo el presidente Spencer W. Kimball: “Una fe osada puede ayudarnos a vivir los mandamientos con sinceridad de corazón y, por ende, traernos bendiciones innumerables, aun la paz, perfección y la exaltación en el reino de Dios”.

Para poder alcanzar las cumbres más altas, aquellas que nos elevarán por sobre lo mediocre, profano y mundano, debemos tener una fe constante en nuestro Señor Jesucristo. Para que la misma se mantenga necesitaremos, en muchos casos, recorrer la segunda milla.

La entrevista fácil o la difícil

Un miembro de la Iglesia contó una vez una conversación que tuvo con su obispo. Se conocían muy bien y estaban en ese momento teniendo una entrevista para la recomendación para entrar al templo. El obispo encontró una buena oportunidad para enseñar un principio, le dijo: “Quiere la entrevista fácil o la difícil”. El miembro un poco sorprendido le dijo: “Vamos a probar primero con la fácil”.

El obispo entonces procedió con la entrevista normal, revisando los mandamientos y la fidelidad general, cuando concluyó, la curiosidad del miembro lo llevó a preguntar en qué consistía la entrevista difícil.

El obispo le dijo: “Le voy a realizar las preguntas, pero en lugar de contestarlas ahora, mejor medite sobre ellas y las puede contestar en la próxima entrevista”.

Entonces el obispo le hizo las siguientes preguntas:

(Sugiero que meditemos en ellas)

  • ¿Cuándo fue la última vez que ayudó a su prójimo?
  • ¿Cuándo fue la última vez que lo hizo en forma anónima?
  • ¿Cuándo fue la última vez que ayudó a su enemigo?
  • ¿Cuáles fueron las cualidades cristianas que usted agregó a su carácter este último año?
  • ¿Cuándo fue la última vez que tuvo una oración personal y privada durante quince minutos o más?
  • ¿En qué forma específica ha mejorado la relación con su esposa durante este último año?
  • ¿Cuáles fueron las experiencias personales más significativas que ha tenido con cada uno de sus hijos recientemente?
  • ¿Cuán a menudo se usa el sacerdocio en su hogar?
  • ¿Tiene sentimientos de envidia o rencor hacia alguien?
  • ¿Se prepara para participar dignamente de la santa cena cada domingo?
  • ¿Qué actos de caridad ha realizado por personas menos favorecidas que usted durante este último mes?

Cuando este hermano dejaba la oficina del obispo, éste le comentó: “Recuerde que el joven rico solo pasó la entrevista fácil”.

Necesitamos la fe en nuestro Señor Jesucristo para recorrer la segunda milla, que muy a menudo Él nos pide, y para tomar decisiones correctas, aun en contra de nuestro interés, pero para el beneficio de otros.

 Testifico que si seguimos las enseñanzas de nuestro Maestro y de Sus siervos, esos milagros se producirán, nuestras vidas serán productivas, seremos instrumentos en Sus manos para ayudar a otros y todo será producto de esa fe que hemos desarrollado en Él.

Deseo que especialmente durante este mes, en que recordamos la expiación, muerte y resurrección de nuestro Salvador Jesucristo, podamos meditar intensamente sobre el alcance que tiene nuestra fe en Él.

Ruego que al llegar al fin de este estado de probación podamos exclamar como lo hizo Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”[6].

Es mi oración que cada día estemos más preparados para responder positivamente a las preguntas de la entrevista difícil, lo cual nos permitirá edificar mucho mejor la fe en nuestro Señor Jesucristo, sabiendo entonces que inexorablemente llegarán los milagros, aun poder sentir como Pablo que nuestra corona de justicia está reservada.



[1] Malaquías 3:10

[2] Éter 12:6

[3] Moisés 5:6

[4] Éter 12:12 y 18

[5] D. y C. 63:9

[6] 2 Timoteo 4:7-8


 


Para poder alcanzar las cumbres más altas, aquellas que nos elevarán por sobre lo mediocre, profano y mundano, debemos tener una fe constante en nuestro Señor Jesucristo. Para que la misma se mantenga necesitaremos, en muchos casos, recorrer la segunda milla.